Por Cristian Rodríguez Domínguez [1]
La Araucanía desde sus inicios fue parte de una avanzada religiosa, en primera instancia fueron los jesuitas, para posteriormente una vez anexada la región, llegaron los franciscanos quienes se hicieron cargo de la evangelización de sus habitantes al norte del río Cautín, mientras los Capuchinos lo hicieron al sur. Es así, como en las comunas de Malleco se presentan un claro estilo clásico que dan cuenta de la diversidad cultural de esta zona, las cuales analizadas desde una perspectiva histórica y arquitectónica son un gran aporte para la reconstrucción de nuestro pasado, ya que han contribuido en la formación de nuestras costumbres y cultura.
Este oleaje de misioneros que llegaron a la Araucanía, como nuevos habitantes de la zona, formó parte de una inmigración de características muy particulares. En primer lugar, los misioneros eran de origen europeo, los que abandonaron su mundo para asentarse, como cualquier inmigrante en la Araucanía, en segundo lugar eran hombres que venían, de manera voluntaria, a cumplir una misión que los colocó en contacto directo con los indígenas, lo que generó enormes problemas propios de todo proceso migratorios, ya sean estos de ambientación, conflictos lingüísticos e incomprensión de una nueva realidad.
Sumado además a las dificultades que derivaban de la necesidad de relacionarse con la población indígena y de este modo comunicarle el mensaje que traían para ella.
De esta manera, los religiosos junto al soldado, al comerciante, ayudan a construir la ciudad. Esta, desde sus inicios se convierte en un espacio configurado para la guerra, la calle era predeterminada para el mero transitar. Las casas configuran una fachada continua. Una tras otra, formando un solo bloque por todo su contorno, en tanto su interior, un espacio propio para la labores de crianza de animales y agrícolas.
La iglesia en su origen fue la evolución de la basílica romana, cuya planta presentaba un eje longitudinal que se extendía desde el centro de su fachada hasta el fondo del altar. Así, las iglesias de Malleco, responden a esta manifestación con su gran presencia urbana, destacan dentro de un gran entorno homogéneo y se convierte a mi juicio en la primera aproximación al espacio arquitectónico tal como lo conocemos hoy.
Su fachada definida por una simetría, sale al encuentro del visitante y se resalta en la ciudad por sus frontones y torres de madera. El acceso, traspasa aquél elemento rígido y ordenado para proyectarse en un interior lleno de equilibrio y armonía, definida por una secuencia de arcos, sostenidos por unos rígidos pilares de madera, sutilmente recubiertos por piezas que componen su carácter clásico. Al fondo, el altar finaliza en su parte superior la majestuosa bóveda de cañón, profusamente decorada por la iconografía religiosa, una alegoría a santos y paisajes idílicos.
Esta es sin duda, la característica de las iglesias de Malleco, en Victoria, en la localidad de Púa con la iglesia de la Alianza Cristiana y Misionera, San Felipe de Neri en Capitán Pastene, en Los Sauces la iglesia Adventista.
Sin duda, al aproximarse el bicentenario de la Independencia, cobra aun más vigencia el entender la construcción de una sociedad en que prima la diversidad cultural generada en el proceso de poblamiento como eje de desarrollo cultural en lo que el espacio para la fe tuvo una primordial participación.
[1] Arquitecto, © Magíster en Historia de la Universidad de Concepción. Diplomado en Gestión cultural.
La Araucanía desde sus inicios fue parte de una avanzada religiosa, en primera instancia fueron los jesuitas, para posteriormente una vez anexada la región, llegaron los franciscanos quienes se hicieron cargo de la evangelización de sus habitantes al norte del río Cautín, mientras los Capuchinos lo hicieron al sur. Es así, como en las comunas de Malleco se presentan un claro estilo clásico que dan cuenta de la diversidad cultural de esta zona, las cuales analizadas desde una perspectiva histórica y arquitectónica son un gran aporte para la reconstrucción de nuestro pasado, ya que han contribuido en la formación de nuestras costumbres y cultura.
Este oleaje de misioneros que llegaron a la Araucanía, como nuevos habitantes de la zona, formó parte de una inmigración de características muy particulares. En primer lugar, los misioneros eran de origen europeo, los que abandonaron su mundo para asentarse, como cualquier inmigrante en la Araucanía, en segundo lugar eran hombres que venían, de manera voluntaria, a cumplir una misión que los colocó en contacto directo con los indígenas, lo que generó enormes problemas propios de todo proceso migratorios, ya sean estos de ambientación, conflictos lingüísticos e incomprensión de una nueva realidad.
Sumado además a las dificultades que derivaban de la necesidad de relacionarse con la población indígena y de este modo comunicarle el mensaje que traían para ella.
De esta manera, los religiosos junto al soldado, al comerciante, ayudan a construir la ciudad. Esta, desde sus inicios se convierte en un espacio configurado para la guerra, la calle era predeterminada para el mero transitar. Las casas configuran una fachada continua. Una tras otra, formando un solo bloque por todo su contorno, en tanto su interior, un espacio propio para la labores de crianza de animales y agrícolas.
La iglesia en su origen fue la evolución de la basílica romana, cuya planta presentaba un eje longitudinal que se extendía desde el centro de su fachada hasta el fondo del altar. Así, las iglesias de Malleco, responden a esta manifestación con su gran presencia urbana, destacan dentro de un gran entorno homogéneo y se convierte a mi juicio en la primera aproximación al espacio arquitectónico tal como lo conocemos hoy.
Su fachada definida por una simetría, sale al encuentro del visitante y se resalta en la ciudad por sus frontones y torres de madera. El acceso, traspasa aquél elemento rígido y ordenado para proyectarse en un interior lleno de equilibrio y armonía, definida por una secuencia de arcos, sostenidos por unos rígidos pilares de madera, sutilmente recubiertos por piezas que componen su carácter clásico. Al fondo, el altar finaliza en su parte superior la majestuosa bóveda de cañón, profusamente decorada por la iconografía religiosa, una alegoría a santos y paisajes idílicos.
Esta es sin duda, la característica de las iglesias de Malleco, en Victoria, en la localidad de Púa con la iglesia de la Alianza Cristiana y Misionera, San Felipe de Neri en Capitán Pastene, en Los Sauces la iglesia Adventista.
Sin duda, al aproximarse el bicentenario de la Independencia, cobra aun más vigencia el entender la construcción de una sociedad en que prima la diversidad cultural generada en el proceso de poblamiento como eje de desarrollo cultural en lo que el espacio para la fe tuvo una primordial participación.
[1] Arquitecto, © Magíster en Historia de la Universidad de Concepción. Diplomado en Gestión cultural.
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