lunes, 22 de octubre de 2007

Nuestro patrimonio y los regalos que nos ha dado la historia


Por Cristian Rodríguez Domínguez [1]

Nuestra provincia presenta un alto valor identitario, por un lado muy singular, pero a la vez exhibe una de sus mayores dificultades, su patrimonio es muy disperso en el territorio. Territorio cargado de símbolos, imágenes, ritos, leyendas e identidad, pero por sobre todo de una historia que hemos ido construyendo con la mirada propia, junto a la mirada del otro, y de los otros. Las Jornadas de Patrimonio cultural, buscan precisamente, eso, abrir aquellos regalos que no ha dado nuestra historia.
El patrimonio tangible presenta valores únicos en la distribución del territorio, se inicia en el valle Purén – Lumaco, con los kuel, una muy bien articulada red de manifestaciones funerarias que se comunican entre sí mediante relaciones visuales y espaciales. La “ocupación”, por su parte con toda su impronta de modernidad, nos instaló los fuertes: el embrión de nuestras ciudades. Le siguió el ferrocarril, cuya red fue sembrando una a una las estaciones ferroviarias, sus bodegas, sus casas para los funcionarios, pero también instaló aquellos recuerdos en los desnudos pueblos de Malleco. Este mismo gigante nos regaló aquel violín cuya sinfonía escuchamos los que vivimos al sur del Malleco, nos regaló aquel dragón, cuya bocanada expulsaba una cansada locomotora a vapor.
La necesidad de implantar y hacer productivas estas tierras, determinó la relegación del pueblo mapuche a tierras poco productivas, los obligó a cambiar su modo de vida, los forzó a reconocer cierta influencia occidental, de este proceso hemos obtenido los cementerios pehuenches de Icalma, uno de los pocos Monumentos Nacionales que presenta nuestra provincia. Su ubicación, nos transporta a un viaje por ritos, espacios de colores, nos permite apreciar aquella unión entre religiosidad y territorio.
“Utopía agraria”, fue uno de los conceptos que alimentó el desarrollo de las primeras industrias tras la ocupación, las haciendas con toda su intrincado tejido de viviendas, cuyo centro era la casa patronal, así su vida era definida por un ir y venir a sus bodegas, pabellones, estación y escuela. Un territorio donde la estaca y el alambre delinearon el nuevo paisaje agrícola de Malleco.
A ello, se suman los colonos, con sus austeras viviendas forradas en un oxidado latón, se alzan sobre unas suaves colinas, recogiendo un manantial de sueños de sus ríos cercanos. Esta es una síntesis ligera de nuestra historia, lo que nos ha regalado y que hoy disfrutamos como parte de nuestro patrimonio.
Junto a ello existen mujeres y hombres que han sabido comprender este proceso y así continuar con la historia que comenzaron a escribir otros. Malleco, nos ha regalado a Gabriel Díaz Morales, en Traiguén, quien ha recogido las espigas de la historia de esta ciudad, a Armando Dufey Blanc, y su inmensa colaboración en la educación, pero sus energías fueron escritas en cada tabla de la remodelación del edificio principal del Hogar suizo “La Providencia”. Hoy, hemos creído pertinente valorar el esfuerzo de Hugo Gallegos Bravo, con su museo y archivo que disfrutan muchos de los hijos de estas tierras, a las esforzadas integrantes de la “Orden Franciscana seglar” de Collipulli y finalmente a Hernán Cayumán Huircán, músico de Victoria, que ha narrado la historia en cada nota de su abundante trayectoria.
Nuestra provincia, es fruto de esta reciprocidad generada tras siglos de convivencia, y cuyo resultado podemos observar hoy, fue construida con las manos de mapuches, chilenos e inmigrantes, existe un crisol de tradiciones, que han fortalecido nuestra historia, y cuyo norte es siempre ver en los otros una parte de nosotros. Hace más de 100 años se comenzó a vivir nuestro propio proceso de globalización, que comenzamos a comprender recién hoy, pero el nuestro fue de una manera muy distinta: cara a cara.
Sin duda, un poco tarde se comienza a comprender su valor, en cien años ha desaparecido mucho de su historia, reflejada en cada tabla, cada familia y cada casa que fue construida con un sueño distinto.
[1] Arquitecto, © Magíster en Historia de la Universidad de Concepción. Diplomado en Gestión cultural.

jueves, 11 de octubre de 2007

Por que Púa y PUA no es lo mismo.-

Por Gabriel Anríquez Ponce


Es de público conocimiento que nuestra historia republicana se ha escrito a partir de miradas un tanto obscuras y neófitas, pero con buena intención. No obstante, estas buenas intenciones sólo han conseguido enlodar la veracidad de nuestra memoria histórica.
La memoria de Victoria ha sido el interés de muchas personas que, calificadas o no, se han propuesto desentrañar los misterios que nos legó un deslucido Ejército Chileno en materia de fundación de fuertes militares. En este contexto Hugo Valdés Ormeño escribe su obra titulada “Victoria tierra histórica del Mariluán”. En esta el autor señala, al parecer sin sustento, que Pua es el significado de “Parque Urrutia Albarracín.” Lo que desconoce este señor es que la razón social de esta empresa es “Albarracín y Urrutia” (ver “Diez años en Araucanía”, de Gustave Verniory, pág. 493, Ed. U. de Chile, 1975). Así el nombre sería PAU (Parque Albarracín y Urrutia).
Por otra parte, Valdés Ormeño señala que Pua no tiene significado en mapudungún, cosa del todo incierta. El sacerdote Ernesto Wilhelm de Moesbach, en su obra “Voz de Arauco” (imp. San Francisco, Padre Las Casas, 264 páginas, 1976) indica: “Pua: Probl. Poe-hue.- Poe: Planta bromeliácea, el chuponcillo; a, transform. de hue: lugar. Sitio donde abundan esos chupones epífitos, el poento o poental (véase Poe, Pudeto), o de pu-hua: en el maizal.”
Siguiendo en la senda de aportar más antecedentes en este tema en 1970 el Coronel del Ejército Argentino, Manuel José Olascoaga, que acompañaba como observador al Coronel Cornelio Saavedra, levantó un mapa con el título de “Plano de Arauco y Valdivia, con la denominación de la antigua y nueva línea de frontera contra los indios”, el que Saavedra publicó en su memoria conocida como “Ocupación de Arauco” (Imprenta Libertad, Santiago, 1870). Este mapa define las aguadas de: Salto, Piquenco y Pua.
En síntesis, ya en 1870 se conocía el nombre de pua, palabra de origen mapuche que no debe acentuarse. Al alero de lo expuesto resulta al menos increíble sostener que Pua debe su nombre al acopio de materiales de construcción de la línea férrea.
Los antecedentes expuestos fueron entregados generosamente por don Héctor Alarcón Carrasco, uno de los nuestros, de los que han dedicado su tiempo a reescribir la historia de nuestra región teniendo por escudo fuentes de información fidedignas. Atendiendo a este gesto generoso es menester agradecer la deferencia de este hijo de la Araucanía.

martes, 9 de octubre de 2007

Pua, un nombre con historia


Por: Héctor Alarcón Carrasco

Hace algunos años llegó a mis manos el libro “Victoria tierra histórica del Mariluán”, del autor victoriense Hugo Valdés Ormeño, quien en las páginas 137 a 141 se refiere al historial de Púa, dando por sentado que el nombre viene de la unión de las primeras letras de la antigua empresa “Urrutia y Albarracín”, la que en los años 1889 a 1991, aproximadamente, mantuvo un campamento carrilano en las tierras ubicadas al sur de Victoria, con el fin de extender la vía férrea que en esos años se construía hacia Temuco. Agrega además que la voz “PUAno tiene significado en Mapudungún, exponiendo asimismo algunas otras aseveraciones, veraces algunas; inexactas las otras.

Por haber vivido en dicho poblado en mi calidad de Carabinero, a principio de los años setenta, supe de la inquietud que existía por conocer el verdadero origen del singular nombre, la que incluso se le daba como tarea a los escolares, sin que alguien aportara algún antecedente que permitiera dirimir tan oscura situación.

Con los años mis inquietudes me llevaron a practicar la investigación histórica de nuestro país, y de la Araucanía en general, situación que me ha permitido encontrar los siguientes antecedentes:

La voz “Pua”, no obstante estar en desuso en su significado particular, efectivamente proviene del Mapudungún y según el sacerdote Ernesto Wilhelm de Moesbach, deriva de: poe-hue.

Poe: planta bromiliácea, el chuponcillo; a, transformación de hue: lugar. Sitio donde abundan estos chupones epífitos. También puede derivar de pu-hua: en el maizal. (Ver “Voz de Arauco”, ed 1976, pg. 199, del citado autor).

Con esto aclaramos el significado del nombre del pueblo, además por ser una voz del Mapudungún no debiera acentuarse.

Un poco al sur del pueblo, proveniente del sector de Cullinco, se desplazan las aguas del estero Púa, las que atraviesan la vía férrea y la carretera y se pierden un poco más al poniente.

La denominación de este estero es muy anterior a la construcción del ferrocarril. Ya en 1870, el Coronel del Ejército argentino Manuel José Olascoaga, que acompañaba como observador al Coronel Cornelio Saavedra en su obra de Pacificación de la Araucanía, levantó un mapa con el título de: “Plano de Arauco y Valdivia, con la designación de la antigua y nueva línea de frontera contra los indios, 1870, construido por M.J.O.”, el que Saavedra adjuntó en su memoria, conocida como:Ocupación de Arauco y que contiene los trabajos realizados en la frontera desde 1861 a 1870. (Imprenta Libertad, Santiago, 1870).

Este mapa que es el más acucioso de aquella época, define claramente las aguadas de: Salto, Piquenco, Pua y Perquenco, lo que nos indica que la aguada Pua, o estero como se le conoce hoy en día, tenía esta denominación ya antes de esa fecha ( Dicho mapa puede verse también, mas reducido, en el libro Y Así nació la Frontera, de Ricardo Ferrando Keun, pág XIII, Ed. Antártica 1ª ed. 1986)

Finalmente, debo decir que la subempresa integrada por Tomás Albarracín y en la que tenían intereses los hermanos General Gregorio Urrutia y el Coronel Fidel Urrutia, tenía como razón social la denominación oficial: Albarracín y Urrutia, lo que no cuadra con los dichos del Sr Valdés, en el sentido que la denominación PUA, correspondería a la abreviatura de Puente o Poblado Urrutia Albarracín, ya que para ello habría que cambiar de lugar los apellidos del nombre de la empresa.( Ver Diez años en Araucanía, de Gustave Verniory, pág 493, Ed. U. de Chile, 1975)

Por lo tanto, nada tiene que ver el campamento ferroviario con el nombre de Pua, siendo efectivo que luego de la fundación de Victoria en 1881, se construyó una torre de observación militar en ese sector y años más tarde la estación de ferrocarril.

Sólo resta saber la fecha exacta de creación del poblado, que seguramente nació al amparo de la estación ferroviaria. Esa será tarea para una próxima investigación.

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Nota: no es mi intención dejar mal al Sr. Valdés, pero como la falta de fuentes históricas en la región es abismante (ya que todos los antecedentes de mayor precisión se encuentran en el Archivo y Biblioteca Nacional), se han efectuado una serie de publicaciones en que los autores tomando de buena fe las aseveraciones del Sr. Valdés, han incurrido también, sin quererlo, en este error histórico, que definitivamente nada tiene que ver con el verdadero nombre de PUA. -

lunes, 8 de octubre de 2007

Ranquíl y los hijos de la revolución campesina en Malleco


Por Cristian Rodríguez Domínguez
Los acontecimientos de 1934 en la provincia de Malleco, en la zona de Lonquimay constituyen uno de los episodios más trágicos en la historia social del mundo rural chileno del siglo XX. En un país aun mayoritariamente rural en esa época, el cuadro tradicional del paternalismo patronal y la sumisión resignada de los inquilinos fue quebrantado por una revuelta social campesina de proporciones aparentemente inéditas, seguida por una matanza masiva cuyas imágenes estremecieron en el mundo político y social chileno.Esta historia se origina tras el despojo de tierras mapuche iniciado en la segunda mitad del siglo XIX con la “Pacificación de La Araucanía”, teniendo su momento culmine en las tres primeras décadas del siglo XX, cuando el Ministerio de Tierras y Colonización, terminó su labor de “redistribución” de las tierras.Esta situación lleva a que los colonos chilenos, solicitaran al gobierno la entrega legal de un predio en la localidad de Nitrito, que habitaban varios chilenos y pewenche desde hacía más de una generación. La Sociedad Puelma Tupper reclamó para sí la propiedad de las tierras y exigió una orden judicial de desalojo. En Nitrito, Ranquil, Quilleime, Lolco y Trubul, los campesinos se unieron en defensa de los expulsados. Colonos e inquilinos acosados por el hambre abandonan los terrenos cordilleranos que les habían sido asignados y se dejan caer sobre los establecimientos agrícolas saqueando las pulperías lo que desencadena finalmente una tragedia que regara de dolor los campos de la Araucanía por años. Situación que supo recoger Juan Segundo Leiva Tapia, para unos un soñador mientras que para otros un agitador, lo cierto es que nuestro mundo campesino hace más de medio siglo no estaba preparado para una aventura de esta magnitud.En la actualidad muchos de sus descendientes, mujeres y hombres de avanzada edad aún viven en comunas aledañas a Lonquimay, guardando aquella historia oculta para el resto del país producto del aislamiento geográfico de la zona, su lejanía de los centros importantes de la actividad económica y su difícil acceso.A partir de interpretaciones literarias se convirtió en un elemento constitutivo del mito fundacional del comunismo chileno y la izquierda en general, en cuanto símbolo de luchas del campesinado. Son muchos los escritores que han recogido estos acontecimientos desde un punto de vista de la una historia novelada como Fernando Lomboy, con su obra “Ranquíl”, otros en cambio como Germán Troncoso con su titulo “Bío Bío sangriento” aportan hechos y documentos con una visión sesgada de estos hechos, en tanto Patricio Mann por otro lado musicaliza esta tragedia y la proyecta en acordes melódicos. Lo cierto es que muy poco se sabe sobre este hecho, factores que disminuirían la importancia del movimiento, haciéndose necesario dar a conocer esta historia oculta y tergiversada.En dos años más se cumplirán 75 años de esta acontecimiento, nuestra propia versión de la lucha obrera y de clases, es por lo anterior que hemos iniciado un primer paso para proyectar a la comunidad esta historia con la realizaron de un documental sobre los hijos de Ranquíl.El origen de este conflicto, genera un puente entre dos mundos totalmente opuestos, lo rural y lo urbano, entre lo agrario y la elite, lo extremadamente local, con alto de grado aislamiento con los universal y la aventura de impulsar un ideología izquierdista en Chile.

martes, 2 de octubre de 2007

Nuestra historia: El resultado de un trueque cultural constante


Por Cristian Rodríguez Domínguez [1]

El desarrollo de las tierras al sur del Bío Bío ha estado definido por una continua interacción entre dos mundos, entre lo aborigen y lo foráneo, entre lo natural y lo moderno. Desde que se comienza a relatar nuestra historia, ha sido común este intercambio, el ver en el otro una parte de nosotros.
Hace unos siglos el pueblo mapuche habitaba cada unos de los rincones de este territorio, desde la cordillera al mar, y de norte a sur. La sociedad mapuche basada en una economía ganadera fue su sustento, un poblamiento lineal y continúo entre el río Malleco y el Cautín, con pequeños asentamientos en un interminable valle lleno de verdor era la imagen que escribieron los primeros cronistas españoles de nuestro territorio. En sus bordes, una abundante montaña en el sector de la cordillera de Nahuelbuta y la cordillera de Los Andes.
Así, durante años, empezó un desafío militar y cultural con el pueblo mapuche, de manera paralela avanzaron misioneros jesuitas quienes trataron de implantar la evangelización, produciendo de esta forma un primer proceso que apunta a nuestra nutrida diversidad cultural. Posteriormente, este conflicto, comenzó a evolucionar lentamente, este contraste entre la cosmovisión mapuche y el mundo occidental se empezó a radicalizar, contexto en que agonizaba el espíritu medieval español ya en retirada y cuya prolongación en estas tierras llegó hasta bien avanzado el siglo XVIII.
Una vez obtenida la Independencia, se emprende el proceso de anexión definitiva donde se incorpora este territorio al Estado chileno, con ello se activa un intercambio que traspasa el límite del Bío Bío y un afluente humano transita desde el sur del Malleco hacia el norte, y desde el norte hacia las tierras mapuches.
Se construye de esta manera una sociedad fronteriza, aquellos límites opuestos lentamente se empezaron a unir, fusionándose y construyendo un nutrido intercambio comercial, social y cultural.
Al finalizar el siglo XIX, se da inicio al penúltimo hito de la construcción de la historia de nuestra provincia, la necesidad integrar económicamente este territorio obliga a poblarlo con inmigrantes europeos. De esta manera, llegan desde Europa, suizos, alemanes, franceses, italianos, españoles, ingleses entre otros, quienes van a intercambiar sus tradiciones, sus valores y anhelos con los habitantes de estas tierras. Nuestra cultura adquiere formas diversas de relaciones a través del tiempo y el espacio, como consecuencia de ello nuestra historia es el resultado de este trueque.
Este intercambio se manifiesta en el campo, en la ciudad y en cada uno de sus habitantes quienes han marcado de manera transversal la sociedad rural de estas tierras y han contribuido a forjar nuestro carácter, entregar nuestros valores y ser receptivos de lo foráneo.
En su historia también se han abordado hitos relevantes dentro de la construcción de la república, fortalecer la unión en un solo territorio y cuyo símbolo más claro es el Viaducto del Malleco, también en la búsqueda de aquella unión con la Argentina se construyó el Túnel “Las Raíces”.
Así, lo hicieron nuestros caciques como Colipí, Mariluán y Quilapán, nuestros soldados como Gregorio Urrutia y Cornelio Saavedra, nuestros comerciantes como Otto Lincke, nuestros agricultores como Juan Widmer y nuestros empresarios como José Bunster entre otros.
Nuestra provincia, es fruto de esta reciprocidad generada tras siglos de convivencia, y cuyo resultado podemos observar hoy. En vistas de que la provincia de Malleco fue construida con las manos de mapuches, chilenos e inmigrantes, existe un crisol de tradiciones, que han fortalecido nuestra historia, y cuyo norte es siempre ver en los otros una parte de nosotros.
[1] Arquitecto, © Magíster en Historia de la Universidad de Concepción. Diplomado en Gestión cultural.