martes, 2 de octubre de 2007

Nuestra historia: El resultado de un trueque cultural constante


Por Cristian Rodríguez Domínguez [1]

El desarrollo de las tierras al sur del Bío Bío ha estado definido por una continua interacción entre dos mundos, entre lo aborigen y lo foráneo, entre lo natural y lo moderno. Desde que se comienza a relatar nuestra historia, ha sido común este intercambio, el ver en el otro una parte de nosotros.
Hace unos siglos el pueblo mapuche habitaba cada unos de los rincones de este territorio, desde la cordillera al mar, y de norte a sur. La sociedad mapuche basada en una economía ganadera fue su sustento, un poblamiento lineal y continúo entre el río Malleco y el Cautín, con pequeños asentamientos en un interminable valle lleno de verdor era la imagen que escribieron los primeros cronistas españoles de nuestro territorio. En sus bordes, una abundante montaña en el sector de la cordillera de Nahuelbuta y la cordillera de Los Andes.
Así, durante años, empezó un desafío militar y cultural con el pueblo mapuche, de manera paralela avanzaron misioneros jesuitas quienes trataron de implantar la evangelización, produciendo de esta forma un primer proceso que apunta a nuestra nutrida diversidad cultural. Posteriormente, este conflicto, comenzó a evolucionar lentamente, este contraste entre la cosmovisión mapuche y el mundo occidental se empezó a radicalizar, contexto en que agonizaba el espíritu medieval español ya en retirada y cuya prolongación en estas tierras llegó hasta bien avanzado el siglo XVIII.
Una vez obtenida la Independencia, se emprende el proceso de anexión definitiva donde se incorpora este territorio al Estado chileno, con ello se activa un intercambio que traspasa el límite del Bío Bío y un afluente humano transita desde el sur del Malleco hacia el norte, y desde el norte hacia las tierras mapuches.
Se construye de esta manera una sociedad fronteriza, aquellos límites opuestos lentamente se empezaron a unir, fusionándose y construyendo un nutrido intercambio comercial, social y cultural.
Al finalizar el siglo XIX, se da inicio al penúltimo hito de la construcción de la historia de nuestra provincia, la necesidad integrar económicamente este territorio obliga a poblarlo con inmigrantes europeos. De esta manera, llegan desde Europa, suizos, alemanes, franceses, italianos, españoles, ingleses entre otros, quienes van a intercambiar sus tradiciones, sus valores y anhelos con los habitantes de estas tierras. Nuestra cultura adquiere formas diversas de relaciones a través del tiempo y el espacio, como consecuencia de ello nuestra historia es el resultado de este trueque.
Este intercambio se manifiesta en el campo, en la ciudad y en cada uno de sus habitantes quienes han marcado de manera transversal la sociedad rural de estas tierras y han contribuido a forjar nuestro carácter, entregar nuestros valores y ser receptivos de lo foráneo.
En su historia también se han abordado hitos relevantes dentro de la construcción de la república, fortalecer la unión en un solo territorio y cuyo símbolo más claro es el Viaducto del Malleco, también en la búsqueda de aquella unión con la Argentina se construyó el Túnel “Las Raíces”.
Así, lo hicieron nuestros caciques como Colipí, Mariluán y Quilapán, nuestros soldados como Gregorio Urrutia y Cornelio Saavedra, nuestros comerciantes como Otto Lincke, nuestros agricultores como Juan Widmer y nuestros empresarios como José Bunster entre otros.
Nuestra provincia, es fruto de esta reciprocidad generada tras siglos de convivencia, y cuyo resultado podemos observar hoy. En vistas de que la provincia de Malleco fue construida con las manos de mapuches, chilenos e inmigrantes, existe un crisol de tradiciones, que han fortalecido nuestra historia, y cuyo norte es siempre ver en los otros una parte de nosotros.
[1] Arquitecto, © Magíster en Historia de la Universidad de Concepción. Diplomado en Gestión cultural.

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