miércoles, 3 de diciembre de 2008

Los pueblos y la nostalgia del tren


Hoy en día a pesar de estar abandonadas sigue siendo un espacio social por excelencia, así se ha comprobado en diversos pueblos donde los añejos pilares sostienen con la inercia del progreso la amistad y el vinculo para capear las frías tardes de otoño.

 

El Ferrocarril y los pueblos del sur

            Hacia 1883, el Estado era dueño con su red central y ramales de más de novecientos kilómetros de líneas férreas. Estas vías se dividían en tres administraciones las cuales se regían por sus propios reglamentos internos. Esto originaba un desorden que perjudicaba el desarrollo fluido de este medio de transporte.            Por ello en el año 1884, el 4 de enero se creaba por ley de la República la Empresa de Ferrocarriles del Estado, institución que se encargaría de la administración de toda la red estatal que comprendía antiguas administraciones.

Este territorio era de muy baja densidad y recién comenzaba a colonizarse, por lo que se construyeron pequeñas estaciones de madera de características similares para toda la zona. Es así como un pequeño poblado alejado de centros urbanos importantes, puede integrarse al resto del país con el simple hecho de contar con una estación ferroviaria.

 

La Estación

            A fines del siglo XIX nuestra actividad cultural era profundamente influenciada por los dictados del arte europeo. Para la ejecución de las estaciones del ferrocarril se trajo a ingenieros contratados por la Dirección General de Obras Públicas para el ferrocarril del sur, quienes traspasaron a sus pares chilenos el conocimiento y la técnica utilizada en Europa.

A pesar de ser volumétrica y proporcionalmente muy distintas a las europeas, las estaciones de la Araucanía tuvieron el mismo impacto urbano que estas. En el caso de las ciudades ya formadas, es múltiple el rol urbano asumido. Pasa a definir un nuevo centro de gravedad, conformando un barrio con identidad propia.

La estación, en su expresión es un lenguaje austero, desarrollando una ornamentación elemental, pero que se adapta con gran propiedad a los recursos del momento y a su naturaleza de se, una arquitectura por necesidad es así como muchos poblados se fueron generando a partir del ferrocarril, como Quilquén, Trigal, Collipulli, Selva Oscura, Quillém, Púa.

            De esta manera, la estación pasa a definir un nuevo centro de gravedad, conformando un barrio con identidad propia, cierto comercio, bodegas, hoteles, residenciales y viviendas entregaran a este nuevo barrio una imagen muy particular, la gran mayoría este sector llegó a constituirse en parte de la memoria urbana de cada ciudad. Aunque la estación de la Araucanía fue infinitamente más pequeña que la europea era la expresión  de un edificio de máxima jerarquía,  la obra construida más importante de la ciudad. Esto la hizo distinguible y la transformó en una nueva referencia ciudadana. Era la puerta hacia otro mundo.          Así, la estación planteó un nuevo patrón en la ocupacion de la Araucanía. Donde el espacio público más significativo de las estaciones era el corredor, el de la espera, propiciando un intercambio entre los distintos actores, una sinopsis de la variedad de expresiones que habitaban en la Araucanía.

No obstante, también el acto mágico de preparar la partida para introducirse en un mundo nuevo, dejando el rastro de lo ya vivido en la idea de volver a reconocerlo, al mismo tiempo, la estación del tren es el tiempo en que se encuentran el antes y el después, iniciando para siempre el viaje hacia nuestros recuerdos.

No hay comentarios: